RESENCIÓN DEL LIBRO:
“EL DIOS DE LOS FILÓSOFOS
MODERNOS.
DE DESCARTES A HUME”
Manuel Leguía Mendoza
El libro "El
Dios de los filósofos modernos. De Descartes a Hume" de José
Luis Fernández Rodríguez, publicado en Mayo del 2008 en la editorial EUNSA,
trata del pensamiento de los racionalistas franceses y empiristas ingleses
sobre Dios. Dios es una cuestión de la que no se puede prescindir si
pretendemos entender estos movimientos filosóficos, y aún más si esa pretensión
es desde la teología natural.
Un estudiante de filosofía al tomar un libro como
este piensa qué pueden decir los racionalistas de Dios, si Dios está por encima
de la razón. Y uno de los principios del racionalismo es la primacía de la
razón sobre la experiencia y sobre la fe. En lo que respecta al empirismo, es más sorprendente porque se
sabe que no hay más que lo sensible. Es decir, que el punto de partida del
conocimiento es la experiencia. Pero, gracias al libro, objeto de mi
comentario, puedo afirmar que tanto para los filósofos racionalistas y
empiristas de la edad moderna puedo afirmar que Dios es una cuestión muy
importante en el sistema filosófico de cada uno de ellos. Aunque no todos
tratan con el mismo rigor e interés esta cuestión, por ejemplo Hume. Este
filósofo inglés se dedicó a criticar los argumentos anteriores porque pretendía
quitarse de en medio a la religión.
Después de esta pequeña introducción ahora intentaré
exponer a grandes rasgos los distintos argumentos de los filósofos sobre Dios.
Y para esto seguiré la estructura del libro.
En el capítulo I se trata sobre
el Dios de Descartes. Descartes introduce a Dios en la filosofía con el
fin de garantizar la primera certeza, que es como decir que a Descartes Dios no
le interesa por sí mismo, sino como fiador de su primera certeza. En
Descartes el cogito cede su puesto de privilegio a Dios. Pero de esto no se da
cuenta Descartes, pero sí Malebranche y Spinoza.
En Descartes tenemos una prueba a priori (a partir de las exigencias que entraña la idea de Dios) y
dos pruebas a posteriori (a partir de
la idea de Dios que tiene el yo y a partir del yo que tiene la idea de Dios).
La primera prueba, que desarrolla Descartes, es por la presencia de la idea de Dios en mí.
Dice: "Tengo la idea de Dios que es una sustancia infinita, eterna,
inmutable, independiente, omnisciente, omnipotente, por la que ha sido creado
mi yo y todas las demás cosas que existen, si es verdad que existen" (Pág.
25). Descartes se fija en los términos sustancia
infinita. Este es el punto de partida de esta prueba. Se intenta explicar
la presencia de esa idea en nosotros, pero solamente podemos explicar el
carácter sustancial de la idea de Dios,
puesto que también nosotros somos sustancia. Pero es imposible explicar la
índole infinita de esa idea, porque nosotros somos finitos. Aquí aplica su
principio, el efecto no puede ser superior a la causa. Por tanto, la conclusión
es que la idea de sustancia infinita solo puede haber sido puesta en mí por una
sustancia que sea "verdaderamente infinita". Dios existe como la
causa de la idea que tenemos de Él. Es ese Dios realmente existente el que pone
su idea en mí. Descartes se pregunta, pero ¿para qué? Para que sea "como
el sello del artista impreso en su obra", dicho en términos bíblicos, para
que sea "como su imagen y semejanza" (pág. 27).
La segunda prueba por el yo que tiene la idea de Dios. Descartes parte del yo, pero no de un
yo compuesto de alma y cuerpo sino de un yo que es sustancia pensante (alma). De
este yo no puede afirmar que sea un compuesto porque hasta ahora no sabe, si
existen o no las cosas sensibles. La sustancia pensante, el yo, tiene la idea
de Dios. Descartes dice "quien efectivamente tiene la idea de Dios conoce
perfecciones que no tiene: conoce que Dios es infinito, eterno, inmutable,
omnisciente, omnipotente; se conoce también que él no es ni infinito, ni
eterno, ni inmutable, ni omnisciente, ni omnipotente" (pág. 37). El hombre
si pudiera tener esas perfecciones, las tendría porque la voluntad tiende hacia
el bien. Pero el hombre no es capaz de darse esas perfecciones, que son
accidentes, y menos aún no es capaz de darse la existencia. Aquí aplica otro
principio: quien no puede lo menos tampoco puede lo más. Por tanto, yo no me he
dado a mí mismo el ser, sino que otro me
lo ha dado. Y ese otro quién es. La respuesta es, tiene que ser una
causa que piensa y tenga la idea de Dios, puesto que yo, que soy un efecto
pienso y tengo la idea de Dios. Para demostrar la existencia de Dios se aplica
el principio de causalidad y se niega el proceso infinito de causa. Y así se
concluye que es necesario que exista una causa primera de nuestro ser, como ser
que encierra todas las perfecciones. Al final de esta prueba habla de la
creación continuada (la conservación).
La tercera prueba
es la ontológica. Esta prueba encontramos en el Discurso del método y en las Meditaciones.
En estos escritos de Descartes la prueba no aparece con una forma
silogística. Para exponer el argumento ontológico seguiré la forma de silogismo
que lo hizo obligado por el autor de las primeras objeciones, Caterus. La
premisa mayor, el criterio de la claridad y la distinción. Es decir, que de una
cosa se puede afirmar todo lo que con claridad y distinción concebimos que
pertenezca a la naturaleza de esa cosa. La premisa menor, la aplicación de ese
criterio a la relación necesaria entre la esencia de Dios y su existencia. Dice
Descartes que concebimos clara y distintamente que la existencia pertenece a la
esencia de Dios. Esto se afirma porque Dios es la suma perfección. A este Ser
sumamente perfecto no le puede faltar la existencia, puesto que, si le faltase
una perfección dejaría de ser sumamente perfecto. Por tanto, se concluye que Dios existe. Pero
este argumento no se libra de críticas. El punto débil de este argumento es la
premisa menor. No se puede decir que Dios sea omniperfecto sin saber que existe.
La existencia no es una perfección, ni en Dios ni en ninguna otra cosa, sino la
simple conditio sine qua non de todas
las perfecciones, porque lo que no existe no tiene ni perfecciones ni
imperfecciones. Tampoco no se puede sostener que la existencia de Dios esté
vinculada a su esencia. Ante esta objeción, Descartes, responde que Dios es un
caso especial. Dice: las cosas distintas de Dios las concebimos como pudiendo
existir, mientras que a Dios lo concebimos como existiendo necesariamente, con
una existencia real (pág. 48).
Descartes después de probar que Dios existe intenta
exponer la naturaleza de Dios: El atributo más importante para Descartes es la infinitud divina. Dios no tiene límites
en sus perfecciones, ni puede tenerlos. El término infinito no hay que entender
en un sentido negativo sino positivo. Es decir que lo infinito no es lo
no-finito, sino que lo finito es lo no-infinito. En cuanto al carácter espiritual de Dios, se dice que Dios no
es algo corpóreo ni extenso. La veracidad
divina es uno de los atributos fundamentales cartesianismo, porque la
certeza de todas las otras cosas depende de esa veracidad que sin su
conocimiento es imposible saber jamás nada con certeza. Dios no puede ser
engañador por la bondad divina, porque un Dios engañador contradice la verdad,
porque la veracidad es el fundamento de la religión cristiana. Dios es el creador de las verdades eternas. Es decir que Dios es creador de la esencia y
existencia de las cosas. Dios es
inmutable porque es un ser que es por sí, y no le hace falta ninguna otra
perfección. La inmutabilidad divina se ve reflejada en las leyes de la
naturaleza. Por último, Dios como causa
sui. Dios existe por sí mismo y es causa de sí mismo.
En el capítulo II se trata
sobre el Dios de Malebranche. Para demostrar la existencia de Dios no hay más que
dos caminos: Uno a priori (argumento ontológico) y otro a posteriori (la prueba por los
efectos).
En primer lugar nos presenta el argumento
ontológico, Malebranche no parte de la idea de Dios como Descartes, sino el
fundamento de su prueba es el conocimiento inmediato de Dios. Dice que todo lo
que conocemos inmediatamente existe realmente; y da un paso más, afirma que a
Dios lo conocemos inmediatamente; luego se concluye, Dios existe. En otras
palabras, si pensamos en Dios, Dios existe. El argumento a posteriori es el que parte de las criaturas y llega a Dios. No
hay nada visible en el mundo creado por Dios a partir de lo cual no podamos
ascender al conocimiento del creador, con tal de que razonemos acertadamente.
La segunda prueba a posteriori es la
que arranca de la naturaleza de las ideas consideradas en sí mismas, llamada normalmente prueba de las verdades eternas.
Existen unas ideas inmutables, eternas y necesarias, por tanto tiene que
existir un ser con las características de inmutabilidad, eternidad y necesidad.
El ser con tales características es Dios, existe Dios.
En cuanto al conocimiento de la naturaleza divina,
Malebranche igual que Descartes está
convencido de que el infinito no puede ser comprendido aunque sí entendido. En
primer lugar trata sobre la Infinitud,
que es el carácter principal de los atributos divinos, ya que de ahí se derivan
todos los demás, pues al fin y al cabo la palabra Dios no es sino la expresión
abreviada del ser infinitamente perfecto (pág. 97). A partir del atributo de la
infinitud se siguen las siguientes: la independencia
se deriva directamente de la perfección infinita; la inmutabilidad, que se deriva de la independencia porque donde no
hay causa no hay cambio; la eternidad se
deriva, también de la independencia, puesto que nada puede ser independiente
sin ser eterno, Dios no existió ni existirá sino que existe; la inmensidad o la omnipresencia, es decir
que Dios está en todas partes, no sólo en el universo sino infinitamente más
allá; la simplicidad es la suprema
unidad, es decir que cada perfección que Dios posee incluye todas las demás sin
ninguna distinción real, porque, como cada perfección divina es infinita,
constituye todo el ser divino.
Después de demostrar la existencia de Dios y de
tratar los atributos divinos, ahora se intenta explicar a Dios como creador y como la
única causa. La creación no puede ser demostrada. En este punto critica a
Descartes que pensó haber demostrado la creación fundamentado en la veracidad
divina. Malebranche sostiene que nosotros sabemos que el mundo fue creado por
por la revelación natural que es reforzada por la revelación sobrenatural. Dios
creó libremente el mundo, por pura bondad, sin tener necesidad de crear y que
sigue conservando mediante una "una creación continuada". De la
creación continuada saca Malebranche que sólo Dios es causa, y así quedan
reducidas las criaturas a meras ocasiones de la causalidad divina. Dios ejerce
esa causalidad a través de las voluntades generales. En Malebranche, la
voluntad general es sinónima de ley general. Es decir que Dios obra por las
leyes que Él mismo las ha establecido, en el orden natural hay tres leyes: las
del movimiento, de la unión del alma y cuerpo, y de la acción de Dios sobre
nuestro entendimiento y nuestra voluntad. El ocasionalismo tiene unas
dificultades que es difícil de superar. Por ejemplo, la libertad humana, los
males y los milagros
En el capítulo III se trata sobre
el Dios de Spinoza. Spinoza a diferencia de toda la tradición
escolástica que parte de cosas sensibles, y de Descartes que parte del hombre,
su punto de partida es Dios (sustancia absolutamente infinita). Dios es el
primero en el orden de la naturaleza y en el conocimiento (tam cognitione quan natura).
Para Spinoza Dios es el ser absolutamente perfecto.
Esta definición es verdadera, porque la omniperfección es una propiedad de
Dios, y es imperfecta puesto que para ser perfecto es necesario que recoja
todas las propiedades. Ante la imperfección de esta definición se da otra:
"es la sustancia constituida por infinitos atributos, cada uno de los
cuales expresa una esencia eterna e infinita" (pág. 167). Dios es la única
Sustancia, aparte de Dios no puede existir ninguna sustancia por dos razones:
la sustancia infinita no se puede dividir en multitud de sustancias y es
imposible que existan otras sustancias infinitas. Spinoza llega a afirmar esto
porque la noción de sustancia de los clásicos no le sirve. Sustancia es aquello
que existe en sí mismo y por sí mismo (autosuficiencia en el existir y en el
ser causada), y aquello que es concebido por sí mismo. Sustancia es "la
cosa que existe de tal manera que no necesita de ninguna otra cosa para
existir" (pág. 168). De la definición se extrae que Dios es causa sui y causa rerum. Pero esto no es verdad, puesto que Dios no puede ser
efecto de sí mismo, porque la causa dice dependencia en el ser, lo cual no
puede darse en el absoluto. Dios es una sustancia infinita, que no tiene
límites. Es una infinitud absoluta y no relativa.
Dios consta de infinitos atributos porque es una
sustancia absolutamente infinita. Y por atributos, entiende Spinoza, aquello
que constituye la esencia de la sustancia y aquello que nos da a conocer esa
esencia. Pero, es consciente de que no podemos conocer la infinitud de
atributos; conocemos dos atributos: el pensamiento y la extensión. Por tanto,
Dios es una cosa pensante y Dios es una cosa extensa.
Después de lo que se ha visto hasta, Spinoza se
plantea si realmente existe esa sustancia infinita con sus atributos infinitos.
Y su respuesta, "tiene que existir necesariamente". En su Ética propone cuatro pruebas: tres a
priori y una a posteriori: a)
Dios es sustancia; la sustancia existe necesariamente; luego, Dios existe
necesariamente. b) A la sustancia infinita nada de su propia naturaleza se lo
impide que exista; ni se lo puede impedir algo exterior a la sustancia
infinita; luego, Dios existe necesariamente. c) Dios es una sustancia infinita;
tiene una potencia infinita de existir; luego, existe necesariamente. d) Nosotros
existimos como seres finitos; si sólo existieses los seres finitos habría que
decir que los seres finitos tienen mayor potencia para existir que el ser
infinito, lo cual es absurdo; luego, existe el ser infinito. Spinoza ofrece más
pruebas en su Tratado breve, y en los
Principios de filosofía cartesiana.
Para terminar este capítulo, a grandes rasgos,
haremos referencia a las propiedades de Dios, a las modificaciones de Dios y a
la crítica que hace Spinoza de la concepción de la creación. La propiedad es una cualidad que pertenece a la sustancia
en cuanto posee ya una determinada esencia. La propiedad es como un adjetivo de
la sustancia. Entre las propiedades tenemos: las de la esencia divina
(indivisibilidad, no es multiplicable por división interna; la unidad,
solamente existe una sustancia absolutamente infinita; la inmanencia), y las
propiedades de la acción divina (la necesidad, Dios es causa necesaria; la
libertad, Dios es causa libre; y la inmanencia, Dios es causa inmanente es
decir que todo está en Dios y Dios está en todo / Deus sive natura). En cuanto
a las modificaciones de Dios, Spinoza dice que los atributos se manifiestan en
un número infinito de modos, modificaciones, afecciones. Los modos son aquello
que es en otro. Es decir, que los modos sin la sustancia no podrían existir.
Dios es la sustancia con sus infinitos atributos y el mundo son los modos.
También se podría decir que Dios es la natura
naturans y el mundo como natura
naturata. Spinoza rechaza en la doctrina de la creación: la intervención
del entendimiento, de la voluntad, la contingencia, la imperfección de las
cosas creadas y la finalidad del creador (pág. 214). Finalmente, en el libro se
recoge la crítica a la religión revelada. Hay una separación entre fe y razón;
el objeto de la filosofía es la verdad y de la teología es la obediencia.
En el capítulo IV se trata
sobre el Dios de Locke. En primer lugar nos dice que la idea de Dios no es
innata, porque si fuera innata todos los hombres tendrían esa idea, tendrían la
misma idea de Dios y tendrían todos los hombres una idea verdadera de Dios. Por
tanto, la idea de Dios es adquirida por las vías de conocimiento: experiencia
interna (reflexión) y externa (sensación). La idea de Dios no es simple sino
compleja, elaborada a partir de ideas simples.
La existencia de Dios es posible demostrar. Locke
dice: “tenemos un conocimiento de nuestra existencia por intuición; de la
existencia de Dios, por demostración; y de las demás cosas, por sensación”
(pág. 242). El filósofo inglés tiene varias pruebas a posteriori. La existencia real sólo puede probarse por la
existencia real, por lo cual la existencia real de Dios solo puede ser probada
por la existencia real de otras cosas. Pero Locke prefiere partir de la
existencia real de nosotros mismos que engendra una certeza superior a la sensación
(la existencia de cosas externas). Y así, la primera prueba es por la
existencia del yo. A partir de nuestra existencia concluye en la existencia de
un Ser Eterno, causa de nuestra propia existencia. Ese Ser Eterno es pensante e
inmaterial. El segundo argumento a
posteriori arranca del orden que se observa en el mundo y termina en la
existencia de un ordenador, causa de ese orden. Esta prueba se encuentra en los Ensayos sobre la ley natural. Las
pruebas a priori de la existencia de
Dios ha sido objeto de crítica de Locke, sobre todo las pruebas cartesianas. La
prueba ontológica de la existencia de Dios, que se apoya en la idea de
existencia necesaria, no permite probar la inmaterialidad del ser eterno.
En el capítulo V se trata sobre
el Dios de Berkeley. Crítica de las pruebas tradiciones. Es imposible
probar la existencia de Dios a partir de la idea de Dios, porque no tenemos tal
idea. Puesto, que Dios es un ser espiritual, y no hay idea de los seres
espirituales, porque la idea implica pasividad, mientras que el espíritu
encierra actividad. También son imposibles las pruebas a posteriori, que parten de las cosas materiales. La razón, es que
las cosas materiales no existen, el ser ese
est percipi. Pero Berkeley no se queda en esto sino que desarrolla nuevos
tipos de pruebas a posteriori, que se
apoyan en la concepción que tiene de las cosas materiales.
El argumento de la pasividad que se encuentra en el
Tratado sobre los principios del conocimiento humano. Las ideas o cosas
sensibles son pasivas, es decir, no hay en ellas ninguna actividad. La causa se
debe buscar fuera de ellas, porque siendo pasivas es imposible que sean causa
de nada: ni de sí mismas, ni de ninguna otra cosa. La causa no puede ser una sustancia
espiritual porque no existe, por tanto tiene que ser una sustancia espiritual.
Pero esta sustancia espiritual tiene que ser pura actividad, tiene que ser la
actividad del espíritu en tanto que voluntad. Por tanto, existe una Voluntad
infinita. La segunda prueba es por la continuidad
(Tres diálogos entre Hilas y Filonús). El ser es ser percibido. En la
realidad, vemos continuidad de esos seres. Es decir que algo no empieza a
existir cuando alguien percibe y deja de existir en cuanto deja de percibir. Por
tanto, tiene que existir una mente eterna por la que existan las ideas o cosas
sensibles. La tercera prueba es por el movimiento.
Los cuerpos se mueven. La causa del movimiento del universo no podemos
buscarla en los cuerpos, sino en los espíritus, y en último término en el
espíritu infinito, porque toda la actividad cae del lado del espíritu, no de
los cuerpos que son pasivos. Y la última prueba es por el lenguaje visual (Alcifrón). En esta prueba se llega a Dios como
ser que nos habla mediante una analogía con el alma; mejor, mediante dos
analogías con ella, porque empieza estableciendo una, que luego sustituye por
otra que le parece más adecuada (pág.284). La primera analogía, dice: así como
no percibimos la existencia del alma por ninguno de nuestros sentidos, pero la
deducimos, porque la necesitamos para el movimiento de nuestro cuerpo, así
también, aunque no percibamos por ninguno de nuestros sentidos la existencia de
Dios, la deducimos, porque nos resulta imprescindible para el movimiento del
mundo. La segunda analogía en resumen: tenemos un gran número de sensaciones
visuales que nos permiten entender el mundo sensible con el que estas imágenes
están arbitrariamente conectadas. Si existiese un ser inteligente capaz de usar
estos signos visuales como una especie de lenguaje por el que yo y otros
hombres podrían entender el mundo y regular sus acciones, encontraríamos una
explicación a estas sensaciones visuales. Por tanto, se concluye que ese ser
existe.
El capítulo VI se trata sobre el Dios en Hume. David Hume critica las pruebas de la existencia de
Dios, sobre todo el argumento del orden
(a posteriori). Existe una ordenación
de medios a fines en las obras de la naturaleza; ahora bien, por analogía con
las obras del ingenio humano, esa ordenación es fruto de una causa inteligente;
luego existe una causa inteligente que ordena los medios a los fines en los productos
de la naturaleza (pág. 296). Hume al criticar este argumento acepta la primera
premisa, pero ya encuentra problemas en el proceso demostrativo. Es decir, que
no podemos encontrar la causa del orden; porque el efecto no exige
necesariamente la causa. Hume dice que esa necesidad es fruto de la costumbre
nacida de la conjunción, reiterada en el pasado, entre el efecto y la causa.
Sigue la crítica, suponiendo que fuese posible averiguar la causa del orden del
mundo, todavía quedaría por determinar la causa de ese orden. La prueba del
orden no demuestra la existencia de una inteligencia ordenadora. Aunque se
demostrara acudiendo a la analogía, no se evita la falta de certeza ni el
antropomorfismo. Aun suponiendo que hayamos de admitir que la causa del orden
del mundo sea una inteligencia, esta no tiene, según Hume, los caracteres o
atributos que le asignan los partidarios del argumento. Esto no se lo permite
la regla de proporción, según la cual, la causa ha de ser proporcionada al
efecto del que se saca; porque de lo contrario trascenderíamos la experiencia y
sacaríamos una conclusión que ya no sería cierta. Por tanto, no podemos afirmar
que Dios es infinito, ni bueno, ni omnipotente, ni su unidad.
Hume, después de tantas dudas sobre el argumento por
el orden concluye en su obra Diálogos sobre religión natural confesando
que todas las dificultades que ha venido planteando no arruinan el argumento,
sino que solamente lo debilitan. Por lo cual, aunque poco, algo queda a salvo
después de tanta crítica. Hume lo resume en esta proposición: “la causa o las causas del orden del universo
presentan probablemente alguna remota analogía con la inteligencia humana”
(pág. 323). Se habla de una confesión final de cierto teísmo.
También, el argumento a priori fue objeto de crítica de Hume. Dice que es imposible
demostrar la existencia de Dios puesto que Dios no es ajeno a la regla “nada es
demostrable a menos que lo contrario implique una contradicción”. Es imposible
demostrar la existencia de Dios porque es posible concebir la no existencia de
Dios.
Hasta este punto el recorrido sobre los pensamientos
de los filósofos modernos al respecto de Dios. El libro "El Dios de los filósofos modernos. De
Descartes a Hume" de José Luis
Fernández Rodríguez, es un estudio muy completo sobre el tema de Dios. No sólo
por su claridad en la exposición sino también por su precisión y profundidad de
la argumentación. Es interesante los juicios que hace sobre la postura de los
filósofos, pero aún más las críticas que hicieron los contemporáneos a los
distintos autores. No sólo recoge las críticas de los críticos de la época sino
las respuestas que dieron tanto los racionalistas y empiristas.
El autor del libro cumple con su objetivo de abordar
el tema de Dios, como uno de los temas más centrales de la filosofía moderna.
Al estudiar la filosofía de Descartes se cree que el tema central de su sistema
es el yo pero no, porque el yo cede su puesto a Dios. Esta
prevalencia de Dios porque Descartes fundamenta su filosofía con la veracidad
divina. Esta primacía de Dios es evidente en Malebranche, que empieza su
filosofía con Dios. Dios es lo primero conocido (ontologismo), a partir de este conocimiento se deriva el
conocimiento de las demás cosas. Spinoza, también, empieza su filosofía con
Dios. Dios es la única sustancia, es decir que es el ser absolutamente
independiente que se basta así mismo. Es ser que cuya esencia implica su
existencia, es como decir, que es un ser que es causa sui. Todas las cosas existentes son modos de la única sustancia.
Entonces se dice que Dios está en todo y todo está en Dios. La postura de
Spinoza no es panteísmo sino panenteísmo.
Para los empiristas también Dios sigue siendo un
tema de gran interés aunque ya no con la primacía como el los sistemas de los
racionalistas. La teología natural de Locke está animada por la pretensión de
elaborara un ética deductiva, para lo cual necesita una norma de la cual
derivar nuestro comportamiento moral. Dios es necesario como autor de esa
norma, sin Dios no se podría elaborar la ética. En cambio, Berkeley busca
defender la fe cristiana. Para conseguir esto prescinde de la concepción
clásica del ser, de la existencia de las cosas materiales, él entiende que ser
se reduce a ser percibida. Y Hume, también se centró en la cuestión de Dios
aunque para criticar y así acabar con la existencia de la divinidad.
Como se puede ver, Dios no sólo ha sido tratado por
los filósofos racionalistas y empiristas como un tema más en el sistema, sino
que ha sido como la piedra de toque para las distintas filosofías de la edad
moderna.