NO MATARÁS
ENTREVISTA A JULIÁN
MARÍAS: «Es una HIPOCRESÍA LLAMAR al ABORTO INTERRUPCIÓN VOLUNTARIA del
EMBARAZO»
El filósofo Julián
Marías, discípulo de Ortega y autor de más de medio centenar de libros, no
vacila en su condena enérgica sobre el aborto, al que considera «el máximo
desprecio de la vida humana en toda la historia conocida»...
Fuente: La razón
25-XI-2003
ENTREVISTA A JULIÁN
MARÍAS. Filósofo y escritor
El filósofo Julián
Marías, discípulo de Ortega y autor de más de medio centenar de libros, no
vacila en su condena enérgica sobre el aborto, al que considera «el máximo
desprecio de la vida humana en toda la historia conocida».
- 60 millones de
abortos al año en el mundo, ¿qué reflexión le sugiere este dato?
- Que se ha extendido
de manera aterradora la aceptación social del aborto, el máximo desprecio de la
vida humana en toda la historia conocida, y a la vez la negación de la
condición personal.
- ¿Y qué le parece que
se le llame «interrupción voluntaria del embarazo»?
- Me parece una
expresión de refinada hipocresía. Los partidarios de la pena de muerte tienen
resueltas sus dificultades. ¿Para qué hablar de tal pena, de tal muerte? La
horca o el garrote pueden llamarse «interrupción de la respiración» (y con un
par de minutos basta); ya no hay problema. Cuando se provoca el aborto o se
ahorca no se interrumpe el embarazo o la respiración; en ambos casos «se mata a
alguien». Y, por supuesto, es una hipocresía más considerar que hay diferencia
según en qué lugar del camino se encuentre el niño que viene, a qué distancia
de semanas o meses de esa etapa de la vida que se llama nacimiento va a ser
sorprendido por la muerte
- Usted no plantea el
problema desde la fe o desde la ciencia. ¿Qué planteamiento falta?
- Uno elemental, ligado
a la mera condición humana, accesible a cualquiera, independiente de
conocimientos científicos o teológicos, que pocos poseen. Esta visión no puede
ser otra que la antropología, fundada en la mera realidad del hombre tal como
se ve, se vive, se comprende a sí mismo. Hay, pues, que intentar retrotraerse a
lo más elemental, que por serlo no tiene supuestos de ninguna ciencia o
doctrina, que apela únicamente a la evidencia y no pide más que una cosa: abrir
los ojos y no volverse de espaldas a la realidad
- Las feministas dicen
que el cuerpo es suyo
- Pero es falso. Cuando
se dice que el feto es «parte» del cuerpo de la madre, se dice una insigne
falsedad, porque no es parte: está «alojado» en ella, mejor aún, implantado en
ella (en ella, y no meramente en su cuerpo). Una mujer dirá: «Estoy embarazada»,
nunca «mi cuerpo está embarazado»
- ¿Qué es el niño aún
no nacido?
- Una realidad
«viniente», que llegará si no lo paramos, si no lo matamos en el camino.
- Algunos afirman la
licitud del aborto cuando se cree que probablemente el que va a nacer sería
anormal, física o psíquicamente
- Pero esto implica que
el que es anormal no debe vivir, ya que esa condición no es probable, sino
segura. Y habría que extender la misma norma al que llega a ser anormal, por
accidente, enfermedad o vejez. Si se tiene esa convicción, hay que mantenerla
con todas sus consecuencias Hay quienes no se atreven a herir al niño más que
cuando está oculto -se pensaría que protegido- en el seno materno; lo cual
añade gravedad al hecho: en una época en que cuando se encuentra a un
terrorista con una metralleta en la mano, todavía humeante, junto al cadáver de
un hombre acribillado a balazos, se dice que es «el presunto asesino», la mera
probabilidad de una anormalidad se considera suficiente para decretar la muerte
del que está expuesto al riesgo de ser más o menos anormal.
- ¿Cree que la
injusticia mayor que se puede cometer con un hombre es despojarlo de su
esperanza?
- Siempre me han
conmovido esos hombres o mujeres que, al final de su vida, rezan en la iglesia
y se acercan al altar para recibir una comunión que en el antiguo rito
recordaba la promesa de la vida eterna; es decir, la esperanza. Hoy son muchos
los que se dedican a minar esa esperanza. Lo grave es que a veces lo hacen en
nombre de la «justicia social», cometiendo la más aterradora injusticia que
puedo imaginar.
- Buen tema para el mes
de difuntos.
- Se han debilitado las
vigencias religiosas, incluso dentro del cristianismo; se ha atenuado la
conciencia del dramatismo de la vida humana, de la posibilidad de salvación o
condenación. Con ello, en grandes multitudes, se ha disipado la esperanza en la
vida perdurable después de la muerte
-¿Siempre se ha sentido
católico?
- Tengo el más vivo
recuerdo de haberme sentido «mal», aunque siempre «dentro» de la Iglesia.
Ningún «malestar» es suficiente. En todo caso, y si el malestar es muy grave,
siempre me he sentido más inclinado a «que se vayan ellos» que a irme yo de
aquello a que radicalmente pertenezco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario