lunes, 12 de noviembre de 2012

“EL DIOS DE LOS FILÓSOFOS MODERNOS. DE DESCARTES A HUME”


RESENCIÓN DEL LIBRO:
“EL DIOS DE LOS FILÓSOFOS MODERNOS.
DE DESCARTES A HUME”




Manuel Leguía Mendoza

El libro "El Dios de los filósofos modernos. De Descartes a Hume"  de José Luis Fernández Rodríguez, publicado en Mayo del 2008 en la editorial EUNSA, trata del pensamiento de los racionalistas franceses y empiristas ingleses sobre Dios. Dios es una cuestión de la que no se puede prescindir si pretendemos entender estos movimientos filosóficos, y aún más si esa pretensión es desde la teología natural.

Un estudiante de filosofía al tomar un libro como este piensa qué pueden decir los racionalistas de Dios, si Dios está por encima de la razón. Y uno de los principios del racionalismo es la primacía de la razón sobre la experiencia y sobre la fe. En lo que respecta al empirismo, es más sorprendente porque se sabe que no hay más que lo sensible. Es decir, que el punto de partida del conocimiento es la experiencia. Pero, gracias al libro, objeto de mi comentario, puedo afirmar que tanto para los filósofos racionalistas y empiristas de la edad moderna puedo afirmar que Dios es una cuestión muy importante en el sistema filosófico de cada uno de ellos. Aunque no todos tratan con el mismo rigor e interés esta cuestión, por ejemplo Hume. Este filósofo inglés se dedicó a criticar los argumentos anteriores porque pretendía quitarse de en medio a la religión.
Después de esta pequeña introducción ahora intentaré exponer a grandes rasgos los distintos argumentos de los filósofos sobre Dios. Y para esto seguiré la estructura del libro.

En el capítulo I se trata sobre el Dios de Descartes. Descartes introduce a Dios en la filosofía con el fin de garantizar la primera certeza, que es como decir que a Descartes Dios no le interesa por sí mismo, sino como fiador de su primera certeza. En Descartes  el cogito cede su puesto de privilegio a Dios. Pero de esto no se da cuenta Descartes, pero sí Malebranche y Spinoza.

En Descartes tenemos una prueba a priori (a partir de las exigencias que entraña la idea de Dios) y dos pruebas a posteriori (a partir de la idea de Dios que tiene el yo y a partir del yo que tiene la idea de Dios).

La primera prueba, que desarrolla Descartes, es por la presencia de la idea de Dios en mí. Dice: "Tengo la idea de Dios que es una sustancia infinita, eterna, inmutable, independiente, omnisciente, omnipotente, por la que ha sido creado mi yo y todas las demás cosas que existen, si es verdad que existen" (Pág. 25). Descartes se fija en los términos sustancia infinita. Este es el punto de partida de esta prueba. Se intenta explicar la presencia de esa idea en nosotros, pero solamente podemos explicar el carácter sustancial  de la idea de Dios, puesto que también nosotros somos sustancia. Pero es imposible explicar la índole infinita de esa idea, porque nosotros somos finitos. Aquí aplica su principio, el efecto no puede ser superior a la causa. Por tanto, la conclusión es que la idea de sustancia infinita solo puede haber sido puesta en mí por una sustancia que sea "verdaderamente infinita". Dios existe como la causa de la idea que tenemos de Él. Es ese Dios realmente existente el que pone su idea en mí. Descartes se pregunta, pero ¿para qué? Para que sea "como el sello del artista impreso en su obra", dicho en términos bíblicos, para que sea "como su imagen y semejanza" (pág. 27).

La segunda prueba por el yo que tiene la idea de Dios. Descartes parte del yo, pero no de un yo compuesto de alma y cuerpo sino de un yo que es sustancia pensante (alma). De este yo no puede afirmar que sea un compuesto porque hasta ahora no sabe, si existen o no las cosas sensibles. La sustancia pensante, el yo, tiene la idea de Dios. Descartes dice "quien efectivamente tiene la idea de Dios conoce perfecciones que no tiene: conoce que Dios es infinito, eterno, inmutable, omnisciente, omnipotente; se conoce también que él no es ni infinito, ni eterno, ni inmutable, ni omnisciente, ni omnipotente" (pág. 37). El hombre si pudiera tener esas perfecciones, las tendría porque la voluntad tiende hacia el bien. Pero el hombre no es capaz de darse esas perfecciones, que son accidentes, y menos aún no es capaz de darse la existencia. Aquí aplica otro principio: quien no puede lo menos tampoco puede lo más. Por tanto, yo no me he dado a mí mismo el ser, sino que otro me  lo ha dado. Y ese otro quién es. La respuesta es, tiene que ser una causa que piensa y tenga la idea de Dios, puesto que yo, que soy un efecto pienso y tengo la idea de Dios. Para demostrar la existencia de Dios se aplica el principio de causalidad y se niega el proceso infinito de causa. Y así se concluye que es necesario que exista una causa primera de nuestro ser, como ser que encierra todas las perfecciones. Al final de esta prueba habla de la creación continuada (la conservación).

La tercera prueba es la ontológica. Esta prueba encontramos en el Discurso del método y en las Meditaciones. En estos escritos de Descartes la prueba no aparece con una forma silogística. Para exponer el argumento ontológico seguiré la forma de silogismo que lo hizo obligado por el autor de las primeras objeciones, Caterus. La premisa mayor, el criterio de la claridad y la distinción. Es decir, que de una cosa se puede afirmar todo lo que con claridad y distinción concebimos que pertenezca a la naturaleza de esa cosa. La premisa menor, la aplicación de ese criterio a la relación necesaria entre la esencia de Dios y su existencia. Dice Descartes que concebimos clara y distintamente que la existencia pertenece a la esencia de Dios. Esto se afirma porque Dios es la suma perfección. A este Ser sumamente perfecto no le puede faltar la existencia, puesto que, si le faltase una perfección dejaría de ser sumamente perfecto.  Por tanto, se concluye que Dios existe. Pero este argumento no se libra de críticas. El punto débil de este argumento es la premisa menor. No se puede decir que Dios sea omniperfecto sin saber que existe. La existencia no es una perfección, ni en Dios ni en ninguna otra cosa, sino la simple conditio sine qua non de todas las perfecciones, porque lo que no existe no tiene ni perfecciones ni imperfecciones. Tampoco no se puede sostener que la existencia de Dios esté vinculada a su esencia. Ante esta objeción, Descartes, responde que Dios es un caso especial. Dice: las cosas distintas de Dios las concebimos como pudiendo existir, mientras que a Dios lo concebimos como existiendo necesariamente, con una existencia real (pág. 48).

Descartes después de probar que Dios existe intenta exponer la naturaleza de Dios: El atributo más importante para Descartes es la infinitud divina. Dios no tiene límites en sus perfecciones, ni puede tenerlos. El término infinito no hay que entender en un sentido negativo sino positivo. Es decir que lo infinito no es lo no-finito, sino que lo finito es lo no-infinito. En cuanto al carácter espiritual de Dios, se dice que Dios no es algo corpóreo ni extenso. La veracidad divina es uno de los atributos fundamentales cartesianismo, porque la certeza de todas las otras cosas depende de esa veracidad que sin su conocimiento es imposible saber jamás nada con certeza. Dios no puede ser engañador por la bondad divina, porque un Dios engañador contradice la verdad, porque la veracidad es el fundamento de la religión cristiana. Dios es el creador de las verdades eternas.  Es decir que Dios es creador de la esencia y existencia de las cosas. Dios es inmutable porque es un ser que es por sí, y no le hace falta ninguna otra perfección. La inmutabilidad divina se ve reflejada en las leyes de la naturaleza. Por último, Dios como causa sui. Dios existe por sí mismo y es causa de sí mismo.

En el capítulo II se trata sobre el Dios de Malebranche. Para demostrar la existencia de Dios no hay más que dos caminos: Uno a priori (argumento ontológico) y otro a posteriori (la prueba por los efectos).

En primer lugar nos presenta el argumento ontológico, Malebranche no parte de la idea de Dios como Descartes, sino el fundamento de su prueba es el conocimiento inmediato de Dios. Dice que todo lo que conocemos inmediatamente existe realmente; y da un paso más, afirma que a Dios lo conocemos inmediatamente; luego se concluye, Dios existe. En otras palabras, si pensamos en Dios, Dios existe. El argumento a posteriori es el que parte de las criaturas y llega a Dios. No hay nada visible en el mundo creado por Dios a partir de lo cual no podamos ascender al conocimiento del creador, con tal de que razonemos acertadamente. La segunda prueba a posteriori es la que arranca de la naturaleza de las ideas consideradas en sí mismas, llamada normalmente prueba de las verdades eternas. Existen unas ideas inmutables, eternas y necesarias, por tanto tiene que existir un ser con las características de inmutabilidad, eternidad y necesidad. El ser con tales características es Dios, existe Dios.

En cuanto al conocimiento de la naturaleza divina, Malebranche  igual que Descartes está convencido de que el infinito no puede ser comprendido aunque sí entendido. En primer lugar trata sobre la Infinitud, que es el carácter principal de los atributos divinos, ya que de ahí se derivan todos los demás, pues al fin y al cabo la palabra Dios no es sino la expresión abreviada del ser infinitamente perfecto (pág. 97). A partir del atributo de la infinitud se siguen las siguientes: la independencia se deriva directamente de la perfección infinita; la inmutabilidad, que se deriva de la independencia porque donde no hay causa no hay cambio; la eternidad se deriva, también de la independencia, puesto que nada puede ser independiente sin ser eterno, Dios no existió ni existirá sino que existe; la inmensidad o la omnipresencia, es decir que Dios está en todas partes, no sólo en el universo sino infinitamente más allá; la simplicidad es la suprema unidad, es decir que cada perfección que Dios posee incluye todas las demás sin ninguna distinción real, porque, como cada perfección divina es infinita, constituye todo el ser divino.

Después de demostrar la existencia de Dios y de tratar los atributos divinos, ahora se intenta explicar a Dios como creador y como la única causa. La creación no puede ser demostrada. En este punto critica a Descartes que pensó haber demostrado la creación fundamentado en la veracidad divina. Malebranche sostiene que nosotros sabemos que el mundo fue creado por por la revelación natural que es reforzada por la revelación sobrenatural. Dios creó libremente el mundo, por pura bondad, sin tener necesidad de crear y que sigue conservando mediante una "una creación continuada". De la creación continuada saca Malebranche que sólo Dios es causa, y así quedan reducidas las criaturas a meras ocasiones de la causalidad divina. Dios ejerce esa causalidad a través de las voluntades generales. En Malebranche, la voluntad general es sinónima de ley general. Es decir que Dios obra por las leyes que Él mismo las ha establecido, en el orden natural hay tres leyes: las del movimiento, de la unión del alma y cuerpo, y de la acción de Dios sobre nuestro entendimiento y nuestra voluntad. El ocasionalismo tiene unas dificultades que es difícil de superar. Por ejemplo, la libertad humana, los males y los milagros

En el capítulo III se trata sobre el Dios de Spinoza. Spinoza a diferencia de toda la tradición escolástica que parte de cosas sensibles, y de Descartes que parte del hombre, su punto de partida es Dios (sustancia absolutamente infinita). Dios es el primero en el orden de la naturaleza y en el conocimiento (tam cognitione quan natura).

Para Spinoza Dios es el ser absolutamente perfecto. Esta definición es verdadera, porque la omniperfección es una propiedad de Dios, y es imperfecta puesto que para ser perfecto es necesario que recoja todas las propiedades. Ante la imperfección de esta definición se da otra: "es la sustancia constituida por infinitos atributos, cada uno de los cuales expresa una esencia eterna e infinita" (pág. 167). Dios es la única Sustancia, aparte de Dios no puede existir ninguna sustancia por dos razones: la sustancia infinita no se puede dividir en multitud de sustancias y es imposible que existan otras sustancias infinitas. Spinoza llega a afirmar esto porque la noción de sustancia de los clásicos no le sirve. Sustancia es aquello que existe en sí mismo y por sí mismo (autosuficiencia en el existir y en el ser causada), y aquello que es concebido por sí mismo. Sustancia es "la cosa que existe de tal manera que no necesita de ninguna otra cosa para existir" (pág. 168). De la definición se extrae que Dios es causa sui y causa rerum. Pero esto no es verdad, puesto que Dios no puede ser efecto de sí mismo, porque la causa dice dependencia en el ser, lo cual no puede darse en el absoluto. Dios es una sustancia infinita, que no tiene límites. Es una infinitud absoluta y no relativa.

Dios consta de infinitos atributos porque es una sustancia absolutamente infinita. Y por atributos, entiende Spinoza, aquello que constituye la esencia de la sustancia y aquello que nos da a conocer esa esencia. Pero, es consciente de que no podemos conocer la infinitud de atributos; conocemos dos atributos: el pensamiento y la extensión. Por tanto, Dios es una cosa pensante y Dios es una cosa extensa.

Después de lo que se ha visto hasta, Spinoza se plantea si realmente existe esa sustancia infinita con sus atributos infinitos. Y su respuesta, "tiene que existir necesariamente". En su Ética propone cuatro pruebas: tres  a priori y una a posteriori: a) Dios es sustancia; la sustancia existe necesariamente; luego, Dios existe necesariamente. b) A la sustancia infinita nada de su propia naturaleza se lo impide que exista; ni se lo puede impedir algo exterior a la sustancia infinita; luego, Dios existe necesariamente. c) Dios es una sustancia infinita; tiene una potencia infinita de existir; luego, existe necesariamente. d) Nosotros existimos como seres finitos; si sólo existieses los seres finitos habría que decir que los seres finitos tienen mayor potencia para existir que el ser infinito, lo cual es absurdo; luego, existe el ser infinito. Spinoza ofrece más pruebas en su Tratado breve, y en los Principios de filosofía cartesiana.
Para terminar este capítulo, a grandes rasgos, haremos referencia a las propiedades de Dios, a las modificaciones de Dios y a la crítica que hace Spinoza de la concepción de la creación. La propiedad  es una cualidad que pertenece a la sustancia en cuanto posee ya una determinada esencia. La propiedad es como un adjetivo de la sustancia. Entre las propiedades tenemos: las de la esencia divina (indivisibilidad, no es multiplicable por división interna; la unidad, solamente existe una sustancia absolutamente infinita; la inmanencia), y las propiedades de la acción divina (la necesidad, Dios es causa necesaria; la libertad, Dios es causa libre; y la inmanencia, Dios es causa inmanente es decir que todo está en Dios y Dios está en todo / Deus sive natura).  En cuanto a las modificaciones de Dios, Spinoza dice que los atributos se manifiestan en un número infinito de modos, modificaciones, afecciones. Los modos son aquello que es en otro. Es decir, que los modos sin la sustancia no podrían existir. Dios es la sustancia con sus infinitos atributos y el mundo son los modos. También se podría decir que Dios es la natura naturans y el mundo como natura naturata. Spinoza rechaza en la doctrina de la creación: la intervención del entendimiento, de la voluntad, la contingencia, la imperfección de las cosas creadas y la finalidad del creador (pág. 214). Finalmente, en el libro se recoge la crítica a la religión revelada. Hay una separación entre fe y razón; el objeto de la filosofía es la verdad y de la teología es la obediencia.

En el capítulo IV se trata sobre el Dios de Locke. En primer lugar nos dice que la idea de Dios no es innata, porque si fuera innata todos los hombres tendrían esa idea, tendrían la misma idea de Dios y tendrían todos los hombres una idea verdadera de Dios. Por tanto, la idea de Dios es adquirida por las vías de conocimiento: experiencia interna (reflexión) y externa (sensación). La idea de Dios no es simple sino compleja, elaborada a partir de ideas simples.

La existencia de Dios es posible demostrar. Locke dice: “tenemos un conocimiento de nuestra existencia por intuición; de la existencia de Dios, por demostración; y de las demás cosas, por sensación” (pág. 242). El filósofo inglés tiene varias pruebas a posteriori. La existencia real sólo puede probarse por la existencia real, por lo cual la existencia real de Dios solo puede ser probada por la existencia real de otras cosas. Pero Locke prefiere partir de la existencia real de nosotros mismos que engendra una certeza superior a la sensación (la existencia de cosas externas). Y así, la primera prueba es por la existencia del yo. A partir de nuestra existencia concluye en la existencia de un Ser Eterno, causa de nuestra propia existencia. Ese Ser Eterno es pensante e inmaterial. El segundo argumento a posteriori arranca del orden que se observa en el mundo y termina en la existencia de un ordenador, causa de ese orden. Esta prueba se encuentra en los Ensayos sobre la ley natural. Las pruebas a priori de la existencia de Dios ha sido objeto de crítica de Locke, sobre todo las pruebas cartesianas. La prueba ontológica de la existencia de Dios, que se apoya en la idea de existencia necesaria, no permite probar la inmaterialidad del ser eterno.

En el capítulo V se trata sobre el Dios de Berkeley. Crítica de las pruebas tradiciones. Es imposible probar la existencia de Dios a partir de la idea de Dios, porque no tenemos tal idea. Puesto, que Dios es un ser espiritual, y no hay idea de los seres espirituales, porque la idea implica pasividad, mientras que el espíritu encierra actividad. También son imposibles las pruebas a posteriori, que parten de las cosas materiales. La razón, es que las cosas materiales no existen, el ser ese est percipi. Pero Berkeley no se queda en esto sino que desarrolla nuevos tipos de pruebas a posteriori, que se apoyan en la concepción que tiene de las cosas materiales.

El argumento de la pasividad que se encuentra en el Tratado sobre los principios del conocimiento humano. Las ideas o cosas sensibles son pasivas, es decir, no hay en ellas ninguna actividad. La causa se debe buscar fuera de ellas, porque siendo pasivas es imposible que sean causa de nada: ni de sí mismas, ni de ninguna otra cosa. La causa no puede ser una sustancia espiritual porque no existe, por tanto tiene que ser una sustancia espiritual. Pero esta sustancia espiritual tiene que ser pura actividad, tiene que ser la actividad del espíritu en tanto que voluntad. Por tanto, existe una Voluntad infinita. La segunda prueba es por la continuidad (Tres diálogos entre Hilas y Filonús). El ser es ser percibido. En la realidad, vemos continuidad de esos seres. Es decir que algo no empieza a existir cuando alguien percibe y deja de existir en cuanto deja de percibir. Por tanto, tiene que existir una mente eterna por la que existan las ideas o cosas sensibles. La tercera prueba es por el movimiento. Los cuerpos se mueven. La causa del movimiento del universo no podemos buscarla en los cuerpos, sino en los espíritus, y en último término en el espíritu infinito, porque toda la actividad cae del lado del espíritu, no de los cuerpos que son pasivos. Y la última prueba es por el lenguaje visual (Alcifrón). En esta prueba se llega a Dios como ser que nos habla mediante una analogía con el alma; mejor, mediante dos analogías con ella, porque empieza estableciendo una, que luego sustituye por otra que le parece más adecuada (pág.284). La primera analogía, dice: así como no percibimos la existencia del alma por ninguno de nuestros sentidos, pero la deducimos, porque la necesitamos para el movimiento de nuestro cuerpo, así también, aunque no percibamos por ninguno de nuestros sentidos la existencia de Dios, la deducimos, porque nos resulta imprescindible para el movimiento del mundo. La segunda analogía en resumen: tenemos un gran número de sensaciones visuales que nos permiten entender el mundo sensible con el que estas imágenes están arbitrariamente conectadas. Si existiese un ser inteligente capaz de usar estos signos visuales como una especie de lenguaje por el que yo y otros hombres podrían entender el mundo y regular sus acciones, encontraríamos una explicación a estas sensaciones visuales. Por tanto, se concluye que ese ser existe.

El capítulo VI se trata sobre el Dios en Hume. David Hume critica las pruebas de la existencia de Dios, sobre todo el argumento del orden (a posteriori). Existe una ordenación de medios a fines en las obras de la naturaleza; ahora bien, por analogía con las obras del ingenio humano, esa ordenación es fruto de una causa inteligente; luego existe una causa inteligente que ordena los medios a los fines en los productos de la naturaleza (pág. 296). Hume al criticar este argumento acepta la primera premisa, pero ya encuentra problemas en el proceso demostrativo. Es decir, que no podemos encontrar la causa del orden; porque el efecto no exige necesariamente la causa. Hume dice que esa necesidad es fruto de la costumbre nacida de la conjunción, reiterada en el pasado, entre el efecto y la causa. Sigue la crítica, suponiendo que fuese posible averiguar la causa del orden del mundo, todavía quedaría por determinar la causa de ese orden. La prueba del orden no demuestra la existencia de una inteligencia ordenadora. Aunque se demostrara acudiendo a la analogía, no se evita la falta de certeza ni el antropomorfismo. Aun suponiendo que hayamos de admitir que la causa del orden del mundo sea una inteligencia, esta no tiene, según Hume, los caracteres o atributos que le asignan los partidarios del argumento. Esto no se lo permite la regla de proporción, según la cual, la causa ha de ser proporcionada al efecto del que se saca; porque de lo contrario trascenderíamos la experiencia y sacaríamos una conclusión que ya no sería cierta. Por tanto, no podemos afirmar que Dios es infinito, ni bueno, ni omnipotente, ni su unidad.

Hume, después de tantas dudas sobre el argumento por el orden concluye en su obra Diálogos sobre religión natural confesando que todas las dificultades que ha venido planteando no arruinan el argumento, sino que solamente lo debilitan. Por lo cual, aunque poco, algo queda a salvo después de tanta crítica. Hume lo resume en esta proposición: “la causa o las causas del orden del universo presentan probablemente alguna remota analogía con la inteligencia humana” (pág. 323). Se habla de una confesión final de cierto teísmo.

También, el argumento a priori fue objeto de crítica de Hume. Dice que es imposible demostrar la existencia de Dios puesto que Dios no es ajeno a la regla “nada es demostrable a menos que lo contrario implique una contradicción”. Es imposible demostrar la existencia de Dios porque es posible concebir la no existencia de Dios.

Hasta este punto el recorrido sobre los pensamientos de los filósofos modernos al respecto de Dios. El libro "El Dios de los filósofos modernos. De Descartes a Hume"  de José Luis Fernández Rodríguez, es un estudio muy completo sobre el tema de Dios. No sólo por su claridad en la exposición sino también por su precisión y profundidad de la argumentación. Es interesante los juicios que hace sobre la postura de los filósofos, pero aún más las críticas que hicieron los contemporáneos a los distintos autores. No sólo recoge las críticas de los críticos de la época sino las respuestas que dieron tanto los racionalistas y empiristas.

El autor del libro cumple con su objetivo de abordar el tema de Dios, como uno de los temas más centrales de la filosofía moderna. Al estudiar la filosofía de Descartes se cree que el tema central de su sistema es el yo pero no, porque el yo cede su puesto a Dios. Esta prevalencia de Dios porque Descartes fundamenta su filosofía con la veracidad divina. Esta primacía de Dios es evidente en Malebranche, que empieza su filosofía con Dios. Dios es lo primero conocido (ontologismo), a partir de este conocimiento se deriva el conocimiento de las demás cosas. Spinoza, también, empieza su filosofía con Dios. Dios es la única sustancia, es decir que es el ser absolutamente independiente que se basta así mismo. Es ser que cuya esencia implica su existencia, es como decir, que es un ser que es causa sui. Todas las cosas existentes son modos de la única sustancia. Entonces se dice que Dios está en todo y todo está en Dios. La postura de Spinoza no es panteísmo sino panenteísmo.

Para los empiristas también Dios sigue siendo un tema de gran interés aunque ya no con la primacía como el los sistemas de los racionalistas. La teología natural de Locke está animada por la pretensión de elaborara un ética deductiva, para lo cual necesita una norma de la cual derivar nuestro comportamiento moral. Dios es necesario como autor de esa norma, sin Dios no se podría elaborar la ética. En cambio, Berkeley busca defender la fe cristiana. Para conseguir esto prescinde de la concepción clásica del ser, de la existencia de las cosas materiales, él entiende que ser se reduce a ser percibida. Y Hume, también se centró en la cuestión de Dios aunque para criticar y así acabar con la existencia de la divinidad.

Como se puede ver, Dios no sólo ha sido tratado por los filósofos racionalistas y empiristas como un tema más en el sistema, sino que ha sido como la piedra de toque para las distintas filosofías de la edad moderna.




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